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- Crónica de una Primera Media Maratón (V Media Maratón de Gijón “Villa de Jovellanos”)
viernes, 1 de mayo de 2015
¡Y
por fin llegó el día!
Por
fin iba a afrontar uno de los retos que siempre tuve en el horizonte y que en
innumerables ocasiones vi tan lejano. Ha sido un largo y duro camino el que me
ha traído hasta aquí (lesiones, falta de tiempo para entrenar), un camino donde
la ilusión y el tesón por un lado y la frustración y el temor por otro eran
compañeros de viaje habitual.
Sea
como fuere y con poco más de tres semanas de entrenamiento más o menos normal,
lo cual dadas mis circunstancias ya es un éxito, me disponía a dar todo lo que
tengo para competir contra mis propios límites en mi primera media maratón, la
V Media Maratón de Gijón “Villa de Jovellanos”.
Me
levanté algo cansado y con las piernas bastante cargadas. Tener al peque de la
casa reclamando atenciones nocturnas y ocupando parte de tu espacio vital en la
cama, no ayuda a un buen descanso, pero son las cosas de ser padre. Además,
dormir con tu hijo abrazado a ti, aunque ello suponga que en ocasiones se gire y
se duerma sobre tu cabeza o que decida trepar por la almohada y te patee un
ojo, es una sensación que no se paga con dinero. Más aún si siempre se
despierta con una sonrisa.
El
día amaneció algo nublado, pero no tanto como apuntaban las predicciones, así
que lo primero que pensé es que igual evitábamos la lluvia durante la tarde
(algo que finalmente no ocurrió), aunque la verdad era que tampoco me importaba
demasiado. Viniendo de Burgos como yo, prefiero correr con el tiempo más bien
tirando a fresco.
Os
ahorraré los detalles mañaneros del día, un paseo distendido con la familia por
el muro, una visita a deportes Olimpia
para comprar un gel que tomar durante la carrera y poco más. De comer un
arrocito enriquecido y a reposar hasta que llegará la hora de prepararse.
A
eso de las 16:30, como un ansia viva comenzaba con la rutina, zapatillas, pulsómetro,
la camiseta del equipo (¡¡¡Vamooosss Xixón Runners!!!), mallas, medias de
compresión, calcetines, dorsal, imperdibles, chip y mi nuevo compañero, el
esparadrapo, para hacerme el vendaje que me enseñó Yoli, mi masajista del Centro de Masaje Burgalés, para
mitigar las molestias de periostitis que he venido sufriendo y que en mi caso
realmente ha supuesto una diferencia sustancial para poder continuar
entrenando.
Entre
una cosa y otra ya se me habían hecho las 17:15 y me doy cuenta de que ya ando
tarde, porque había quedado a y media con el resto del equipo para hacernos la
foto oficial de rigor. Al final llegue justo a tiempo y acompañado de un
inoportuno chaparrón que posteriormente durante la carrera se convertiría en
algo más que eso.
Después
de pasar un rato distendido con el resto de compañeros, nos fuimos acercando a
la salida. Me sitúo en la zona del 1h 50min con David, Isma, Cefe y Vanesa, la
cual nos acompañaba como miembro del equipo de féminas “Por Todas y... a por Todas”,
y que por cierto a eso del Km 3 se dio cuenta de que era el marido de su amiga
Isa (fue una anécdota graciosa).
Y
casi casi sin darme cuenta y con puntualidad británica, oí el pistoletazo de
salida… ¡¡¡Comenzaba mi aventura!!!
Tenía
clara la estrategia, me la había repetido mil veces durante los últimos días,
“Raúl, tú tranquilito al principio, por lo menos hasta mitad de carrera”, y más
con el bochorno que hacía. Así que me pongo a Rueda y voy hasta el final de la
avenida de la Pecuaria con David, Isma, Cefe y Vanesa, aproximadamente los 2,5
primeros Km, momento en el cual y sin haberme percatado de cuando, veo que los
chicos se me han distanciado unos metros, así que haciendo caso omiso al primer
impulso de ir detrás de ellos, decido mirar hacia otro lado y seguir con ritmo
constante mi camino. A ver si tanta estrategia tanta estrategia, o mejor dicho
sentido común, la iba a liar a las primeras de cambio.
De
este modo llegue acompañado de Vanesa a las proximidades del Hotel Abba Playa
Gijón donde veo por primera vez a mis incondicionales, allí estaban incansables
mi mujer Isabel y Adrián, mi pequeño campeón, dándome su apoyo y sus gritos de
ánimo. Continuamos el recorrido rodeando la urbanización de “El Rinconin” para
posteriormente volver a adentrarnos en el paseo del muro, donde afortunadamente
pude comprobar que se habían habilitado finalmente los puestos de esponjas. Así
que me remangue la camiseta y aproveche a refrescarme todo lo que pude porque
el calor ya comenzaba a hacerse notar con cierta insistencia.
Así,
continuo hasta la altura del Tostadero, donde veo nuevamente a mi mujer y a mi
niño, con el que cruzo una mirada cómplice de esas que te dan energía de verdad
justo cuando me acerco a ellos para recoger el gel que había comprado por la
mañana.
A lo largo del paseo del Muro me encuentro primero a Tony, luego a Campomanes y
justo después a Sergi, miembros todos ellos del equipo y que en esta ocasión no
pudieron acompañarnos participando en la carrera, pero que cámara en mano
estaban ahí dándonos su apoyo y recogiendo muchas de las instantáneas que a
buen seguro gran parte de los participantes habrán podido ver a lo largo de los
últimos días en la página de Facebook del equipo (Aquí os dejo los enlaces Albúm 1 y Albúm 2). ¡Un aplauso para ellos!
Este
tramo hasta el ayuntamiento (Km 10) me lo tomo con bastante calma, y voy
pegando literalmente bocados al gel hasta llegar con unas ganas locas al
segundo avituallamiento para coger una botella de agua y ayudar a pasar el
bloque de cemento “armao” que iba digiriendo. Y es que madre mía con el gel, ¡qué
cosa más densa y empalagosa!, es cierto que he probado de varias marcas y que
nunca me han caído mal, quizás por eso tampoco me dio por mirar demasiado a la
hora de ir a comprar uno, pero para otra vez hago un casting seguro.
Y después del apetitoso aperitivo daba comienzo para mí la segunda parte de la
carrera, mi auténtico reto, ya que dentro de unos pocos kilómetros iba a
comenzar a adentrarme en terrenos desconocidos, donde no solo debía manejar mis
esfuerzo en función de mis sensaciones, sino también de un recorrido del que
ahora desconocía buena parte, al menos plano en mano, ya que solo identificaba
su transcurrir y lo que venía a continuación a medida que lo iba alcanzando.
De
este modo con ritmo constante me fui acercando a la playa de Poniente para
vislumbrar después la Avenida de Galicia, donde rápidamente recordé el
recorrido del Villa de Gijón y la rampa de aproximadamente un kilómetro que
tenía por delante. Oía por detrás como comentaban otro corredores “¡Vamos… ya
está hecho! Que cuando lleguemos arriba se acabó lo más duro y ya es cuesta
abajo”. Tú hasta les creías, ¡¡¡jajaja!!! Porque parte de razón no les faltaba.
Así que con ánimo renovado comencé a tirar para arriba bajo una intensa lluvia
que había comenzado a caer hacía unos minutos. He de decir que si bien en parte
hizo la carrera más dura, a mí me vino muy bien porque refrescó mucho el
ambiente, y tal y como ya he comentado antes, rindo mejor en condiciones de
menos calor.
Ya
totalmente empapado y tratando de evitar al menos los charcos más grandes que
se iban formando sobre la calzada, hice cima (¡¡¡jajaja!!!) y comencé ahí los 5
kilómetros más estimulantes para mí de toda la carrera.
Ayudado
supongo por la inercia del recorrido, ahora más favorable, y con unas fuerzas
sorprendentemente renovadas, comencé a correr con mucha fluidez (Be water my
friend! que decía mi amigo Bruce) y a sobrepasar con relativa facilidad a gente
que había tenido en el punto de mira desde el comienzo de la carrera. Me sentía
emocionado, como si fuera otro el que iba corriendo y yo estuviera viendo el
espectáculo desde la barrera, estaba disfrutando como un niño al pensar en lo
que estaba consiguiendo, me iba a cercando con paso firme a lograr el reto que
me había marcado. Pensaba en mi mujer y en mi hijo y en el momento de
abrazarles cuando cruzase la meta. Pensaba en lo mal que lo había llegado a
pasar con tantos y tan variados achaques en forma de lesiones durante los
últimos meses, en las dudas que me producía ya no solo sobre mi capacidad para
afrontar una carrera como esta, sino para seguir disfrutando con la práctica de
deporte. Pero ahora ya nada podía interponerse en mi camino, iba lanzado a la
meta.
Y
al ritmo de la música de AC-DC que nos acompañaba por los altavoces de
animación de la prueba, llegue nuevamente hasta la playa de San Lorenzo, donde
volví a ver al Pirata Campomanes, y como no, infatigables bajo la lluvia, a mi
mujer y a mi hijo. Había llegado entonces a los tres últimos kilómetros, los
cuales sirvieron a mis piernas para confirmar que los 18 anteriores no habían
pasado en balde. No voy a decir que los sufriera, pero sí que ya iba justito y
contaba cada zancada camino nuevamente del complejo deportivo de Las Mestas
anhelando cruzar por fin la línea de meta.
Y
así fue, 1h 55min 11seg después (tiempo neto) de que tomará la salida, ¡¡¡LO
HABÍA CONSEGUIDO!!! Había luchado y había vencido, pero lo más importante es
que durante todo este camino, NO ME HABÍA RENDIDO.
Texto: Raúl García
Imágenes: Raúl García, Alejandro
Campomanes y Tony Guaje
Dedicado
a todos y cada uno de mis compañeros de los “Xixón Runners”, por dar acogida a
un extracomunitario :-) de la meseta en el equipo, por empezar a ser parte de un
modo u otro de mi día a día y por descubrirme a un excepcional grupo de
personas con las que compartir experiencias como esta. Y muy especialmente a mi
mujer Isabel… por estar siempre a mi lado, y a mi hijo Adrián… por ser nuestra
ilusión y alegría. ¡¡¡Os quiero!!!