Tarde calurosa la del sábado 30 de mayo de 2015. Pasadas las cuatro de la tarde, llegué con mi inseparable compañero Tony a Cangas de Onís, donde se disputaría la XXVIII Media Maratón Ruta de la Reconquista. Él ya había participado en la pasada edición y yo era debutante en la prueba. Aparcamos y nos dirigimos al pabellón donde recogimos los dorsales y las camisetas. Volvimos al coche y nos cambiamos. Eran las cinco de la tarde y ya estábamos listos. Nos hidratamos bien y comimos algo de fruta. En los aledaños del pabellón encontramos a dos Xixón Runners, Rubén y Cefe, aunque los perdimos y ya no nos volveríamos a ver hasta instantes antes de la salida. También estuvimos con otro compañero, Fran, al que saludamos en las inmediaciones del Puente Romano.
Instantes antes de las seis de la tarde nos colocamos en la salida, concretamente en el cajón de 1:40' que era más o menos el tiempo que teníamos previsto invertir en para finalizar la prueba. Pistoletazo de salida y a correr!!! Nos juntamos un cuarteto de Xixón Runners integrado por Tony, Rubén, Cefe y servidor, y fuimos adelantando corredores.
Marcamos un ritmo bastante bueno desde el inicio. Los tres primeros kilómetros, que eran prácticamente llanos, nos salieron a una media de 4'30''. A partir de ese momento la carretera comenzaba a empinarse ligeramente, aunque seguimos prácticamente al mismo ritmo ya que, a esas alturas de carrera, las fuerzas aún estaban casi intactas. Hacía mucho calor e intentamos evitar el sol, buscando las zonas con sombra. Rubén y Cefe se quedaron un poco por detrás. A partir del kilómetro ocho, la pendiente era ya considerable y algunos corredores comenzaban a acusar el esfuerzo. En el km 9 divisamos por primera vez, allá en lo alto, la Basílica de Covadonga. Ahí fue cuando me hice una idea de las durísimas rampas que nos esperarían durante los dos últimos kilómetros de ascensión, que nos quedaban hasta llegar a ella. A partir de aquí comenzó el verdadero sufrimiento, con rampas cada vez más duras. Los últimos cien metros de ascensión, ya en las inmediaciones de la Basílica se me hicieron durísimos y a punto estuve de vomitar el plátano que me había comido antes de comenzar. Incluso llegué a decirle a Tony que siguiera él por delante (ya me sacaba unos metros), que a mí el cuerpo me pedía dejar de correr y caminar el último tramo. Pero él bajó el ritmo y me esperó. Eso y los gritos de ánimo de las decenas de aficionados que allí se encontraban, junto a una gran dosis de coraje y amor propio (así somos los Xixón Runners), hicieron posible que llegara corriendo hasta el control, donde se iniciaba el descenso. No sentía los cuádriceps. A partir de aquí comienza lo fácil, pensé. Nada más lejos de la realidad. El sufrimiento no había hecho más que comenzar.
Descendimos las primeras rampas, las de mayor desnivel y, tanto Tony como yo, comenzamos a sentir molestias en el omóplato. A mí, además, se me cargaron los gemelos una barbaridad y estas molestias ya me acompañarían hasta meta. Continuamos descendiendo, marcándonos un ritmo que en ese momento nos parecía exigente, rondando entre el kilómetro 12 y el 16 a una media de 4'30''. Tony ya me había advertido de lo duro que se le había hecho el año pasado el último tramo. Yo pensé que sería, más o menos, como en todas las medias que había corrido hasta ahora. Pero no, el hecho de venir de varios kilómetros seguidos de bajada, lo hizo más duro, como si fuese cuesta arriba. Aquí nos tocó sufrir de lo lindo a los dos. El peor momento fue a falta de dos kilómetros, cuando nos adelantó la liebre de 1:40 y, a pesar de sus ánimos e indicaciones, ya no fuimos capaces a cambiar el ritmo para seguirle. Yo pensé para mí, "si somos capaces de mantenernos a una distancia de él menor a cien metros, en el último kilómetro podemos darle caza". Y así fue. Supimos sufrir como titanes hasta llegar al pueblo, y a falta de 500, 600 metros y después de un refrescante manguerazo con que nos obsequiaron los bomberos, nos lanzamos como galgos a la caza de la liebre para darle alcance y rebasarle. Al final, objetivo cumplido con un tiempo de 1:39'56'', entrando en los puestos 270 y 271 de 999 finalistas, lo cual no está nada mal, si tenemos en cuenta el calor que soportamos durante toda la prueba y la dureza de la misma.
Un 10 a la Organización, sobretodo por el enorme montaje que tenían preparado en la zona de meta, y más aún, por la cerveza con la que "premiaron" a todos los atletas que finalizaban la prueba. ¡Que bien entró! Desde aquí quiero dar todo mi apoyo a Cefe, que se lesionó en el kilómetro once y llegó a la meta como buenamente pudo. Esperamos que no haya sido nada y que pueda continuar con su entrenamiento para la "Traveserina". También quiero dar la enhorabuena a mis otros compañeros de equipo, a Rubén, que sufrió como un campeón, a Fran por su gran carrera, y en especial a Tony, compañero de entrenamientos, que corrió a mi lado de principio a fin.
El año que viene intentaremos repetir. A ver si es posible disfrutar un poco más de los que para mí son los dos momentos más emocionantes de la prueba: la subida al Santuario de Covadonga, Cueva y Basílica (iba justito de fuerzas y sufriendo más de la cuenta), y la llegada a meta en Cangas de Onís con cientos de aficionados animando a los atletas (con el sprint que nos echamos, no fuimos muy conscientes de ello). También intentaremos hacer una foto de equipo con el puente romano de fondo, que en esta edición no fue posible.
Texto: Cristóbal Villén
Fotos: © Carreras Asturias, Adrián Fernández González, Pedro Pablo Heres, Francisco Rivas, José Miguel Díez García, Cristóbal Villén Feal.
